sábado, 31 de mayo de 2008

El Ajedrez de Carlomagno

Francisca Pino autora del artículo




Introducción simbólica al juego del ajedrez


En los tiempos primigenios y desde un punto de vista mitológico, que no histórico, los juegos poseían un emblemático sentido sagrado, estoy hablando desde una visión iniciática. El ajedrez tiene ese sentido en su origen y pertenece a tradiciones muy antiguas. Así, cuando se refieren a su origen, la versión más extendida que se da de su nacimiento, es que procede de la India y fue transmitido a Occidente, en la Edad Media, por persas y árabes. Sin embargo, ya Platón a través de Sócrates dice que el juego del ajedrez lo inventó Thoth y por consiguiente le da un origen egipcio.
Yo no quiero hablar aquí de la historia del ajedrez, ni de su cosmogonía, ni de sus orígenes, ni tan siquiera del sentido que tenía, si era militar o instructivo o por el contrario poseía una simbología que nos instruiría sobre el conocimiento primero y único de los iniciados o si por el contrario es simplemente un juego de mesa para entretener como aseguran algunos.

Leyenda: el Ajedrez de Carlomagno


Hace unos años leí una novela de la autora Katherine Neville con el título de El Ocho. Es una novela de intriga y su hilo conductor es un Ajedrez mágico que siempre ha sido codiciado por todos aquellos que están ávidos de poder y que en manos de gentes sin escrúpulos podía resultar muy destructivo. En dicha novela se le denomina con dos nombres, el ajedrez de Carlomagno o el ajedrez de Montglane.

Camino de Santiago


Recabando información sobre Roncesvalles que era la ciudad donde queríamos iniciar el Camino de Santiago, y por casualidad, encontré referencias a este ajedrez y a la leyenda que circula sobre él. Así que nuestro objetivo al llegar a Roncesvalles era ir al museo y obtener unas fotos del tablero de Ajedrez, para la oficialidad relicario, de Carlomagno. He de decir que no fue fácil, pues está prohibido obtener fotografías en el museo y menos de esta pieza, pero hay que tener amigos en todas partes y además tengo que decir con gran regocijo que hay sensibilidades que hacen posible que se cumplan los deseos sublimes de dos aficionados al ajedrez

Leyenda

El 4 de abril del 782 de nuestra Era, se celebró una fiesta en el palacio oriental de Aquisgrán. Era una fiesta extraordinaria para conmemorar el cuadragésimo cumpleaños del monarca Carlomagno. El rey había invitado a todos los nobles del imperio. Para ese mismo día el guerrero más grande del mundo y monarca de un gran reino había preparado una sorpresa. Maestro de la estrategia bélica, sentía predilección por el juego del ajedrez o juego de los reyes. Este día Carlomagno pretendía enfrentarse con el mejor ajedrecista del reino, un soldado con el nombre de Garin el franco.
Cuenta la leyenda que Garin entró al son de trompetas, los acróbatas saltaron ante él y las jóvenes llenaron de pétalos de rosas su camino hacia el rey, arrodillándose ante él. El monarca se levantó para darle la bienvenida.
Ocho criados negros entraron a hombros el tablero de ajedrez regalo de Ibn-al-Arabi, gobernador musulmán de Barcelona, como muestra de agradecimiento por la ayuda de Carlomagno que le había prestado cuatro años antes contra los montañeses vascos. Fue durante la retirada de esta famosa batalla, en el desfiladero navarro de Roncesvalles, donde encontró la muerte Roland, el querido soldado real.
La corte se maravilló ante aquel juego de ajedrez, realizado por artesanos árabes. Las piezas mostraban indicios de su origen indio y persa. El tablero forjado en plata y oro, medía un metro entero por cada lado. Las piezas eran de metales preciosos afiligranados, poseían incrustados, diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas sin tallar. Debido al resplandor parecía brillar con una luz interior que hipnotizaba a quién lo contemplaba. La pieza llamada sha o rey, alcanzaba los 15 centímetros de altura y representaba a un hombre coronado que montaba a lomos de un elefante. La reina, dama o ferz iba en una silla de manos cerrada, salpicada de piedras preciosas. Los alfiles u obispos eran elefantes con las sillas de montar incrustadas de raras gemas. Los caballos o caballeros estaban representados por corceles árabes salvajes. Las torres o castillos se llamaban rujj, que en árabe significa carro, eran grandes camellos que sobre sus lomos llevaban sillas semejantes a torres. Los peones eran humildes soldados de infantería de siete centímetros de altura, con pequeñas joyas en lugar de ojos y piedras preciosas que salpicaban las empuñaduras de sus espadas.
Según esta leyenda, Carlomagno influenciado por extraños efluvios que salían del tablero, propuso una apuesta que consistía en lo siguiente: Si el soldado Garín me gana una partida, le concedo este territorio de mi reino, que va desde Aquisgrán a los Pirineos vascos y la mano de mi hija mayor en matrimonio. Si pierde será decapitado en este mismo patio al romper el alba.
La corte se estremeció, pues Carlomagno amaba a sus hijas, además ponía en riesgo la vida de un cortesano y, por otra parte, esa era una apuesta digna de un bárbaro. A medida que avanzaba la partida los contendientes se comportaban de una manera extraña, como embrujados: sudor, frío, movimientos espasmódicos; el rey estaba preso de una ira profunda, se mesaba los cabellos agitado. Garin se mostraba con desasosiego inexplicable.
Llevando más de una hora jugando y con convulsiones y excitados, Carlomagno se incorporó con gran esfuerzo y arrojó el tablero al suelo como si se liberara de una maldición, las piezas cayeron al suelo y la partida se interrumpió.
A decir de los presentes la partida se abandonó, pues consideraron que aquel ajedrez estaba poseído de una fuerza maligna. Sin embargo, en un tono menos tenso se inició una nueva partida, triunfando Garin y recibiendo como recompensa la Propiedad de Montglane, en los Bajos Pirineos.
No sabemos si la historia es verdadera o falsa, pero lo cierto es que hay quien asegura que dicho ajedrez mágico existió y que aún existe, que fue custodiado por mucho tiempo por los monjes de la Abadía de Montglane y que aún se sigue buscando su paradero.


Estos dos peregrinos, Tomás Llorach y Francisca Pino, han cumplido con su objetivo, que era tomar unas fotos en el museo de Roncesvalles del ajedrez de Carlomagno y escribir su leyenda. Ahora la imaginación de cada uno es la que debe de dar sentido y forma a esta singular leyenda, y ha si este tablero, que se encuentra en Roncesvalles, es o no el que perteneció a la abadía de Montglane.


No quiero acaba este artículo sin una pequeña reflexión:


8 fueron los moros que transportaron el ajedrez
8 casillas tiene de largo un tablero de ajedrez
8 casillas tiene de ancho un tablero de ajedrez
4 veces 8 son las piezas de un ajedrez
8 veces 8 son las casillas que contiene un tablero de ajedrez
El 8 es el número místico de muchas culturas
El 8 es el símbolo del infinito.

3 comentarios:

Sexto Sentido dijo...

Encontré por casualodad el libro de Katherine Neville y me fascinó. Me entusiasmó tanto que me incitó a aprendre a jugar al ajedrez. Dudo que exista el mítico ajedrez, pero... quien sabe? A lo Catherine Velis lo escondió en algun remoto lugar, en vez de destruirlo...

Beatriz dijo...

El libro de Katherine Neville es fantástico como así lo es esta leyenda.
Sería increíble que en algún momento se encontrara alguna pieza de este codiciado ajedrez, aunque no todas. 😉

Susana dijo...

Buen libro, atrapante como la leyenda.....